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13 de Diciembre
Amo el yoga, pero no siempre fue así. Recuerdo ver a algunas personas en los centros comerciales practicar yoga y decir para mis adentros: eso no es para mí.
Sentía que no era un deporte y que solo lo practicaban mujeres con el cuerpo perfecto o hippies. Tenía una posición algo despectiva de lo que yo suponía era el yoga. Pensaba que hacer yoga sólo estaba dirigida a personas con una actitud Fitness o que ya vivían por su cuenta, porque sí, pensar en intentar hacerlo en mi casa me daba un malestar gigante, quizás porque creía que mi familia se reiría de mí.
Entonces pasó lo inevitable gracias a la cuarentena, caí en depresión. Tuve un desajuste hormonal que me provocaba grandes sensaciones de angustia, mi menstruación dolía más y no podía concentrarme ni en lo que me gustaba.
Reconocí que algo no andaba bien, pero no sabía qué hacer. Una noche, mientras veía televisión, pasó un anuncio publicitario que decía: Haz tu consulta psicológica gratuita, porque nadie merece estar solo en cuarentena. Yo no estaba sola, vivía con mi familia, pero pensé que eso podría ayudarme a lo que estaba sintiendo.
Me comuniqué con el psicólogo por WhatsApp y tras una larga charla me dijo: Practica yoga. Yo no le vi el sentido ¿Cómo el yoga podría ser una solución? ¿Qué relación tenía con mis problemas? El psicólogo amablemente me señaló que podía intentarlo, que no me cerrara una puerta sin haberla probado primero.
Al día siguiente de la conversación, busqué un video de 5 minutos de yoga y lo realicé de mala gana. Recuerdo reírme un poco por las posiciones algo extrañas que la señorita del video pedía hacer. Este vídeo en específico terminó con un pequeño ejercicio: sentarme, respirar y reconocer el estado de mi cuerpo. Fue extraño, pero al terminar me sentí mejor.
Y me obligué a hacerlo todos los días por al menos 10 minutos, aún teniendo el periodo. Fue increíble el cambio que en poco tiempo empecé a tener. No me sentía tan desanimada, mis dolores menstruales se minimizaron e intenté no quedarme en cama tanto tiempo. El yoga me dio una salida que creía no necesitar.
Mi recuperación no fue inmediata, pero poco a poco fui mejorando. Considero que a muchas chicas les pasa lo mismo que a mí: tienen prejuicios ante alguna actividad y se niegan a disfrutarla antes de siquiera intentarlo. Puede que después de probarlo no te sirva o simplemente no te guste, pero permite definirlo después de hacerlo.
¡Podrías estar perdiendo oportunidades sin que te des cuenta! A veces puede ser difícil hacerlo, quizás porque tienes miedo al qué dirán o por tus ideas preconcebidas, sin embargo, podrías encontrar una nueva actividad de la que nunca te arrepentirás. Espero que, así como yo, le des la oportunidad al yoga ¡Cuídate!
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